Agua, energía y cambio climático desde la óptica de los Derechos Humanos

El 10 de diciembre se celebra el Día de los Derechos Humanos, que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 1950. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se presenta como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella.

Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2006 “Los derechos humanos no son optativos. Tampoco son una disposición legal voluntaria que se adopta o se abandona según el capricho de cada gobierno. Son obligaciones exigibles que reflejan valores universales y conllevan responsabilidades por parte de los gobiernos”.

En un año 2014 en el que Naciones Unidas ha resaltado la interrelación entre el agua y la energía, y en el que la agenda de lucha contra el cambio climático continúa siendo más urgente que nunca, desde ONGAWA proponemos reflexionar sobre estos temas, agua, energía y cambio climático, desde la perspectiva de los derechos humanos.

El agua es un Derecho Humano

El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que el agua y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos.

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Según aparece en la Observación general 15, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales establece que “El derecho humano al agua es el derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”. A pesar de estos logros, una de cada cinco personas en el mundo (20%) no tiene agua potable segura, siendo las mujeres la población más afectada.

¿La Energía es un Derecho Humano también?

Aunque para nosotros encender la luz, el ordenador o cargar el móvil resulta habitual, todavía es desconocido para 1.300 millones de personas por no tener acceso a la energía eléctrica. Más del 60% de la población africana no tiene acceso a la energía eléctrica, la mayor parte de la cual se encuentra en las zonas rurales del continente.

A pesar de que la energía no está reconocida internacionalmente como un derecho humano, a todas luces debería serlo. La falta de energía genera un círculo perverso y vicioso de pobreza y estancamiento y hace que muchas personas se encuentren en desventaja con relación a otras que sí disponen de ella. Por este motivo, es muy importante proponer soluciones y avanzar en la disminución de esta gran brecha de desigualdad porque la energía es un facilitador del desarrollo.

Garantizar el acceso a formas modernas de energía para toda la humanidad y hacerlo de modo que no se incrementen las emisiones de gases de efecto invernadero son dos de los grandes retos que afronta la humanidad en el siglo XXI. Porque la cuestión energética está estrechamente relacionada con los grandes desafíos globales, como el desarrollo humano, la reducción de la pobreza, la degradación medioambiental, el cambio climático, la seguridad alimentaria, la salud, la educación o la igualdad de género. Se requiere de importantes cambios en los sistemas energéticos para asegurar energía disponible, fiable y asequible y lograr un equilibrio adecuado entre la creciente demanda de energía (particularmente en países en desarrollo) y la urgente necesidad de proteger el medio ambiente. La energía es un ingrediente tan esencial en toda actividad humana que las condiciones de su suministro, tanto en cantidad como en calidad, son un factor determinante para la sostenibilidad de nuestras sociedades.

El agua y la energía son cruciales para el bienestar humano y el desarrollo socioeconómico sostenible. Sin agua no es posible la vida y sin energía no es fácil obtener agua en la cantidad y calidad necesarias para el consumo humano o la actividad productiva. Energía y agua están profundamente relacionadas: la mayoría de transformaciones energéticas precisan de agua y el ciclo integral del agua no es posible sin energía.

¿Qué pasa con el cambio climático y los derechos humanos?

El cambio climático tiene un gran impacto sobre las personas, la biodiversidad y los recursos naturales, lo que conlleva un gran riesgo para la garantía de los derechos humanos, como consecuencia del aumento del nivel del mar, los cambios en el ciclo hidrológico, los fenómenos climatológicos extremos o la degradación de los suelos.

Prestando atención, por ejemplo, a su efecto sobre el acceso al agua, desde la óptica del derecho humano a este recurso es preciso y urgente adoptar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático de forma que se protejan las fuentes de agua dulce y se adapten las infraestructuras a fenómenos meteorológicos extremos.

Por otro lado, la relación entre la energía y el cambio climático es crítica, y, por tanto, debe tenerse en cuenta desde una perspectiva de derechos humanos. La energía y el modelo energético actual son la primera causa en el origen del cambio climático. La energía representa hoy alrededor del 40% de las emisiones globales totales de CO2 y, en países industrializados, puede suponer entre el 60 y el 70%. Hablar de energía es por tanto asumir también el reto del cambio climático y sus amenazas, que ponen en peligro los avances logrados durante las últimas décadas en materia de desarrollo.

Para luchar contra el cambio climático y minimizar sus consecuencias sobre los más vulnerables es imprescindible la transición desde el actual modelo energético insostenible basado en la quema de combustibles fósiles y dirigir los esfuerzos hacia un desarrollo basado en energías limpias, eficientes y renovables. Se debe terminar con el subsidio a los combustibles fósiles y tomar medidas para la reducción del consumo energético global (fundamentalmente de los países desarrollados). Alcanzar estos objetivos requiere una verdadera revolución energética, en palabras de la Agencia Internacional de la Energía.

En definitiva, el cambio climático y el acceso al agua y a la energía suponen tres de los mayores desafíos para el desarrollo humano y sostenible y para la consecución de los derechos humanos. Si se pretende erradicar verdaderamente la pobreza hay que hacer frente a la necesidad urgente de desacelerar el cambio climático, defender el derecho al agua y lograr el acceso universal, asequible, fiable y sostenible a la energía. Tres grandes retos interconectados.

Guadalupe León, Área Sectorial de Agua, y Miquel Escoto y Patricia García, Área Sectorial de Energía de ONGAWA

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