
Alianzas para el Desarrollo en España: una conversación
El debate sobre el rol de las alianzas multiactor y del sector empresarial en la política de cooperación para el desarrollo ha estado marcado en los últimos años en España por altos niveles de ruido ideológico. Paulatinamente sin embargo se ha ido consolidando un relativo consenso sobre la legitimidad del sector empresarial como actor de desarrollo, así como sobre el importante papel que se le atribuye en la nueva a Agenda Internacional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Al mismo tiempo, las expectativas al respecto de hace unos años se han visto rebajadas por la escasez de iniciativas relevantes en la cooperación española y las dificultades para atraer al sector empresarial español hacia iniciativas de desarrollo.
En el encuentro de expertos que tuvo lugar en Madrid el pasado 20 de abril sobre las alianzas multiactor en la cooperación española, organizado por ONGAWA junto a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), se comprobó la existencia de un territorio fértil para el diálogo entre los diferentes actores – empresas, administración, ONG y universidades -, basado en el reconocimiento del creciente rol que corresponde al sector empresarial en el marco de la nueva agenda global y en la necesidad de asegurar que su contribución se traduzca en resultados de desarrollo.
Entre los temas de la conversación entre los diferentes actores presentes, fue recurrente la necesidad de profundizar en la reflexión estratégica sobre el espacio de las alianzas multiactor en el marco de la cooperación española y de su relación con el sector empresarial. El recorrido de iniciativas como las formalizadas a través del Protocolo de Alianzas Público Privadas para el Desarrollo, sumado a otros espacios de relación con el sector empresarial y, sobre todo, las experiencias internacionales de donantes más avanzados en este ámbito, son elementos básicos para una reflexión que apunte a identificar prioridades estratégicas en función de las capacidades y fortalezas del sistema de cooperación y de las empresas españolas.
Desde esa perspectiva estratégica, las alianzas aparecen como uno de los instrumentos disponibles para sumar las capacidades de las empresas y, dentro de las alianzas, convendría distinguir entre unos tipos y otros, atendiendo a factores como la escala (grandes alianzas globales vs alianzas de desarrollo a es cala local o regional). Este carácter instrumental de las alianzas relaciona su pertinencia con su valor y utilidad diferenciado para distintos posibles objetivos: en qué sectores y para qué objetivos puede esperarse de las alianzas un impacto significativo en términos de desarrollo debe ser la base estratégica para su promoción.
Si hasta ahora la cooperación española no ha dispuesto de un marco adecuado – ni institucional ni legal ni financiero – para la incorporación de alianzas y actores empresariales, la formulación del nuevo Plan Director parece el momento ideal para avanzar en esa reflexión y rediseñar los instrumentos necesarios para hacerlo eficazmente. Las (escasas) evaluaciones de alianzas en otros actores internacionales apuntan a la importancia de fortalecer su inserción en marcos estratégicos sólidos y de establecer instrumentos para la medición y la evaluación de su impacto en desarrollo (y de la adicionalidad de este impacto respecto a formas de intervención tradicionales).
Otro de los asuntos clave del debate fue la relación, tanto en alianzas concretas como en el marco general de promoción de las mismas, entre objetivos de desarrollo e intereses empresariales. Estas relaciones podrían describirse como un amplio espectro que va desde la oposición (en casos de vulneración de derechos, por ejemplo) hasta la coincidencia (en casos de negocios con altos niveles de inclusividad en su cadena de valor). Obviamente no todos los puntos de este espectro presentan el mismo valor para un sistema de cooperación: por ejemplo, habría más potencial de impacto de un negocio orientado a proveer bienes y servicios que resuelvan un problema de desarrollo (como el acceso a la energía en zonas rurales, por ejemplo) que en una alianza en la que la participación empresarial tenga un carácter filantrópico. En ese sentido, se destacó por ejemplo el potencial de alianzas en las que el objetivo compartido por los diferentes actores fuera mejorar el impacto en desarrollo de la cadena de valor de una empresa o de un sector.
Por último, fueron también recurrentes las menciones a la debilidad de los recursos – financieros, institucionales e incluso administrativos – dedicados por la cooperación española a la promoción de alianzas para el desarrollo. Si finalmente este instrumento se identifica como pertinente y prioritario en el nuevo Plan Director, la coherencia estratégica sobre sectores y lógicas de intervención deberá ir acompañada de la dotación de recursos institucionales y financieros suficientes. Asimismo se insistió también en la necesidad de fortalecer espacios de concertación y diálogo entre los diferentes actores del sistema de cooperación – especialmente las empresas, cuya presencia ha sido hasta el momento débil en estos espacios – para favorecer relaciones de confianza y facilitar la identificación de convergencias y objetivos compartidos.