Derecho al Saneamiento: mucho más que infraestructura
Paloma García, Coordinadora del Programa de Nicaragua
Letrina de hoyo seco ventilado, letrina de cierre hidráulico, pozo anegado, letrina abonera, inodoro con biodigestor, pozo séptico, alcantarillado condominial, etc… Podemos seguir llenando líneas de opciones tecnológicas y variantes sobre las mismas.
¿Pero se siente el tufo? ¿Y el chaval puede ir solito sin caerse al hoyo? ¿Y con esa puerta se me ven los pies y se sabe que hay una mujer? Esas letrinas que ustedes ponen en los proyectos al poco tiempo son un problema en la parcela. ¿Y cuánto voy a tener que pagar? ¿Y cómo me asegura que no me acribillan los zancudos? ¿Y por qué no la puedo poner dentro de la vivienda? ¿De qué sirve para el ambiente si hay otros vecinos que lo hacen en cualquier lado? Ya fuimos a la Alcaldía, que tienen la obligación, pero que no hay recursos ¿y usted está seguro que no hay otro gasto que recortar?
Ojalá en todas las comunidades rurales hubiera personas que nos hicieran este tipo de preguntas. Preguntas que nos cuestionen los modelos de intervención con base en los componentes del derecho humano al saneamiento: Aceptabilidad, Calidad, Accesibilidad, Disponibilidad, Asequibilidad, Participación, Transparencia, No discriminación, Responsabilidad de los titulares de obligaciones, Igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para el disfrute del derecho, Interdependencia con otros derechos y demás principios.
Me da miedo decir cifras de personas sin infraestructuras de saneamiento porque hay una tendencia a pensar en la extensión de las infraestructuras con un peso relativo demasiado alto respecto al trabajo social y al desarrollo comunitario. A pesar de eso, tenemos que dar cifras de realidad y esforzarnos en realizar intervenciones que superen la implantación de tecnologías apropiadas, que pueden ser necesarias pero es claramente insuficiente.
Según los informes de la OMS y UNICEF de 2015 hay 946 millones de personas que defecan al aire libre, aunque en total llegamos a los 2.400 millones de personas que defecan de otro modo sin que ese sistema tampoco sirva para tener una separación higiénica de las heces que evite el contacto humano, que es lo que se llama saneamiento mejorado. Tampoco es completo el acceso cuando en la escuela o en el centro de salud una niña no encuentra servicios separados por sexo y con un lavamanos (y jabón) a menos de tres metros. De nuestras experiencias nos atrevemos a decir que muchas de las personas que sí tienen saneamiento mejorado hoy, es muy fácil que mañana no lo tengan y también que no lo usen. No hay que ser detective para sospechar esto, cuando vemos una letrina sin puerta, llena de suciedad, insectos, con el tubo de ventilación arrancado por cuyo hoyo entra el agua, donde nadie en la casa pudo opinar de su ubicación, y donde el coste por beneficiario tuvo tanta importancia que neutraliza criterios de aceptabilidad.
Hay números que confunden, podemos decir que hay un país que tiene un 7% de fecalismo al aire libre, por ejemplo, y puede parecer poco, pero si profundizamos veremos que estas familias están repartidas y hacen que el 80% de las comunidades tengan esta experiencia con sus impactos para la salud del conjunto. Así que entenderéis que no demos opción, o es cero o estamos todos mal. ¿Quizá así reaccionemos? Sabemos que es difícil generar demanda, y el lema de este año “más saneamiento mejor nutrición” puede ayudar a que todas las personas tengan presente el vínculo con la salud, que para muchas poblaciones empobrecidas no es una percepción inmediata.
Por tanto, la cobertura de saneamiento mejorado, es solamente un componente del derecho humano al saneamiento. Hablar de este derecho humano es ampliar la mirada a todos los matices que hemos mencionado, pero también es acordarnos de los compromisos internacionales que adquieren los Estados. Es un derecho porque hay instrumentos que así lo amparan. Nos toca recordar la obligación de planificar dando prioridad a los colectivos más vulnerables, invertir el máximo de recursos disponibles y avanzar de manera progresiva en el cumplimiento del derecho (de todo eso habla el PIDESC, sí). Y el incumplimiento de una obligación es una vulneración, así lo explica detalladamente el informe A/HRC/27/55 de la Relatoría de Naciones Unidas para el Derecho Humano al Agua y al Saneamiento donde detalla todos los tipos posibles de vulneraciones frecuentes, muchas por omisión.
Además añade algo que también hay que resaltar en nuestro entorno: “La Relatora Especial tiene cada vez más claro que la denegación sistémica y frecuente del acceso al agua y el saneamiento responde en primerísimo lugar a patrones de discriminación, estigmatización y exclusión. La lucha contra la violación de los derechos al agua y al saneamiento supone invariablemente hacer frente a patrones endémicos de desigualdad. Es preciso redoblar los esfuerzos para combatir en particular la discriminación de las personas con discapacidad, las desigualdades económicas y sociales y la discriminación y estigmatización profundamente arraigadas en la sociedad”.
Es mucho más difícil trabajar de esa manera que poner letrinas, pero hay que hacerlo porque si no, toda inversión tendrá un efecto demasiado corto. Los ODS también nos respaldan, no solamente en su meta 6.2 de acceso universal al saneamiento y la higiene, sino por otras que explicitan compromisos como en reducción de desigualdades, o las relativas a los objetivos de la mejora de la nutrición, salud, educación, género y ecosistemas, por nombrar algunos que tienen relación directa.
Hoy nos toca recordar que el saneamiento es un derecho humano y eso implica obligaciones en la lucha contra la desigualdad. Y cuando se trata de esto, no puede ser imposible en un presupuesto público eliminar otros gastos, para destinar recursos a hacer esto del saneamiento mejorado, con una mirada más completa y un poco mejor cada día.