Día del Cooperante 2013: crisis, cambios y paradojas

Artículo de Itziar Rosado, responsable del área de Ciudadanía de ONGAWA, con motivo del Día del Cooperante, que se celebra cada 8 de septiembre para reconocer la labor de los profesionales de la cooperación y dindundir de los valores que representan en la lucha por la erradicación de la pobreza.

La aprobación del Estatuto del Cooperante, en 2006, coincidió con el momento de mayor impulso de la cooperación internacional en España, en términos de apoyo institucional, político y social al compromiso de la sociedad española en la lucha contra la pobreza en el mundo. De alguna manera, la propia aprobación del Estatuto significó el reconocimiento normativo al papel del cooperante, que completaba el que la sociedad ya le había otorgado.

Se da la paradoja de que el sector de la cooperación internacional en España alcanza su madurez al tiempo que experimenta la crisis más brusca y profunda. Durante los últimos diez años las estructuras de las ONGD se han profesionalizado, se ha desarrollado una oferta formativa de nivel universitario y los actores, públicos y privados, disponen de equipos profesionales y maneras de hacer que han permitido realizar un trabajo cada vez más riguroso y de calidad.

Dicho de otro modo, las competencias profesionales de los trabajadores del sector son el resultado de una importante inversión en formación y desarrollo, colectiva e individual que se encuentra ahora con un escenario de recortes presupuestarios, reducciones de plantillas y pérdida de apoyo, al tiempo que la razón de ser del propio sector –la desigualdad, la pobreza y la injusticia- está más vigente que nunca. Otra paradoja.

El trabajo en desarrollo sigue siendo necesario y lo urgente ahora es hacerlo posible. La cooperación al desarrollo no es un lujo para tiempos de bonanza, es la expresión de un compromiso ciudadano y social que no puede eludirse con excusas y las ONGD tenemos la responsabilidad de trabajar por su continuidad y su fortalecimiento. Con esfuerzo, con realismo, pero con determinación.

Como otros muchos sectores de actividad, el de la cooperación internacional se reinventa. Profesionales y organizaciones comienzan a adaptarse a un escenario diferente, dirigen su mirada hacia las ONG y organismos internacionales, y a las agencias de cooperación de las naciones que aún mantienen sus compromisos, a pesar de la crisis. Toca jugar en otra liga. La de los instrumentos internacionales de financiación, la del establecimiento de alianzas multiactor, la de la búsqueda de maneras diferentes de seguir trabajando por los más vulnerables. Nuevas claves que requieren una nueva inversión en aprendizaje, esta vez a marchas forzadas.

Pero hay otras razones de naturaleza mucho más alentadora que están contribuyendo a perfilar un rol diferente del cooperante. El trabajo continuado con personal nacional, la inversión en fortalecimiento de las capacidades de los socios locales y el progresivo desarrollo del nivel educativo en los países más pobres hace posible encontrar profesionales solventes en los países receptores de ayuda. Profesionales que se manejan en varios idiomas, que usan con desenvoltura las tecnologías de la información y que, además, conocen sobradamente el contexto y las claves sociales y culturales. Porque son las suyas.

Y con estos compañeros de viaje, el papel de las ONGD y de los cooperantes no puede ser el mismo. No podemos seguir haciendo lo mismo, ni de la misma manera. En ONGAWA, como en otras ONGD, hemos apostado por las capacidades locales, empezando por quienes están más próximos. Invirtiendo tiempo y recursos en la formación de nuestros equipos nacionales, que desempeñan las responsabilidades que, durante mucho tiempo, habían estado limitadas a los cooperantes: la coordinación de los programas, la administración, la representación de la institución en el país. La apuesta implica cambiar maneras de trabajar, idiomas, espacios y procesos de toma de decisiones. Implica cooperantes que sumen, complementando; que faciliten, que busquen recursos, que orienten, que apoyen, que trabajen junto a otros. Pero sobre todo, significa una transformación esencial de las reglas del juego. Una nueva mirada hacia las personas para y con las que trabajamos, más atenta a sus potencialidades que a sus carencias. Otra manera de hacer cooperación, más fiel a su definición etimológica, que empieza en casa.

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