Día Mundial del Medio Ambiente: piensa, come, ahorra

Pepe Postigo, representante de ONGAWA en la campaña «Derecho a la Alimentación. Urgente»

En el Día Mundial del Medio Ambiente, Naciones Unidas nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo desde el punto de vista de la alimentación. El lema “Piensa. Come. Ahorra” llama a analizar el modo en el que nos alimentamos, su impacto en el ambiente y que podemos hacer para, con una alimentación suficiente y saludable, minimizar dicho impacto.

En un momento en el que hemos alcanzado la mayor concentración de CO2 en la atmósfera desde que se realizan registros, se ha de tener en cuenta que parte de esas emisiones, y otros compuestos en parte responsables del cambio climático, provienen de los hábitos alimentarios actuales. Un aumento de la concentración de CO2 implica que la superficie verde terrestre de captación se ha reducido. La extensión de la frontera agrícola sobre masas boscosas, que en muchos casos no se dedica a la producción de alimentos, el auge de la minería a cielo abierto en busca de distintos minerales que, a su vez, también contribuyen a la degradación ambiental, la urbanización de suelo histórica o potencialmente agrícola, son algunos de los factores que intervienen en la reducción de la superficie verde del planeta.

Como habitantes del planeta tenemos la obligación individual de proteger el medio en el que vivimos para que sea sostenible y, por tanto con capacidad de resiliencia, y no ser cómplices de su degradación. Son muchas cosas las que cada persona individualmente puede hacer en su día a día:

 

Piensa

Cada uno de nosotros debemos reflexionar sobre cuales son nuestros hábitos alimentarios. Mientras cerca de 1.000 millones de personas pasan hambre en el mundo, otros 1.300 millones, que tienen acceso a alimentos en suficiente cantidad, tienen problemas sanitarios por una dieta desequilibrada. Si se universalizasen las pautas alimentarias de los países desarrollados, en pocas décadas la capacidad de producción del planeta no sería suficiente para alimentar a toda la población.

Se necesitan unos 1.500 litros de agua para producir un kilo de grano y 15.000 litros para producir un kilo de carne. Según la pirámide alimentaria, nuestra dieta debería incluir en mayor cantidad productos que en su producción necesitan menos agua. El agua es clave para mantener los ecosistemas terrestres. Por lo que su sobreexplotación para la producción de alimentos pone en riesgo el equilibrio ambiental en todo el planeta. Por otro lado, el uso extensivo de productos químicos en la agricultura y ganadería para aumentar la producción, que no siempre se destina directamente a la alimentación humana, produce contaminación de acuíferos, fuentes y cursos de agua que impide que esta pueda dar un uso múltiple del agua.

Se estima que en los países desarrollados más de un 50% de los alimentos consumidos han sufrido un proceso de industrialización y envasado. Durante este proceso se producen gran parte de los desechos de alimentos. Desechar alimentos significa que ha habido tierra y agua que también se han desechado, y por supuesto otros insumos que se han utilizado para el desarrollo de esos alimentos y que en su producción y desperdicio producen un impacto en el ambiente. Por último, trabajo y dinero que se ha invertido y que, en parte se ha desechado también.

Muchos de los alimentos que ingerimos a diario viajan cientos y miles de kilómetros hasta llegar a nuestras casas. Tantos alimentos frescos que han sido forzados en el crecimiento y maduración con altos costes energéticos, como alimentos procesados que, en algunos casos han hecho varios viajes desde la producción y distintas etapas de procesamiento, hasta la distribución y la venta. ¿Qué cantidad de emisiones de CO2 podrían evitarse consumiendo alimentos producidos en cercanía?

 

Come

Tener en cuenta los factores anteriores y otros a la hora de adquirir alimentos hará que un acto que realizamos varias veces al día, pueda tener un menor impacto ambiental. Entre las acciones que podemos tener en cuenta a la hora de comprar y consumir alimentos están:

  • Revisar la dieta alimenticia. ¿Nos alimentamos según nuestras necesidades o según modelos alimenticios “más rápidos”? Se debería mirar las pirámides alimentarias e intentar ajustarnos a sus recomendaciones, leer las etiquetas de los alimentos que adquirimos: que ingredientes tiene el alimento, que necesidades energéticas diarias cubre, etc.
  • Revisar que cantidad de alimentos adquirimos y en que sitios. ¿Hemos tenido que coger el coche para comprarlos? ¿Cuánto han viajado los alimentos que adquirimos? Revisar las etiquetas de nuevo, nos da una idea de cuanto ha viajado un alimento en cuestión. Por otro lado, deberíamos plantearnos a donde va el beneficio económico de nuestra compra ¿Al productor original o a una cadena de distribuidores e intermediarios? ¿Realmente compramos lo que vamos a consumir?
  • Revisar el tipo de alimentos que consumimos. ¿Qué cantidad de alimentos frescos vs. industrializados? Si son frescos, ¿son de temporada o han viajado cientos de kilómetros? Comprar productos de producción local disminuye el impacto ambiental.

 

Ahorra

Simples gestos como los anteriores y otros muchos que podemos realizar a la hora de alimentarnos, producirán un ahorro, no solo económico, si no también de desperdicios, basuras, contaminación, emisiones responsables del cambio climático, etc.

Si cada uno puede ahorrar con sus actos, deberíamos reflexionar sobre que se podría conseguir si esos hábitos se extendiesen al resto de nuestro entorno o de la población en general. No deberíamos quedarnos solamente con la satisfacción personal, la acción ha de continuar sensibilizando a nuestro entorno y por extensión reclamar a nuestros gobernantes que cambien las políticas actuales relacionadas con la alimentación (en todo su proceso) que no benefician a los productores, si no a los distribuidores que crean hábitos de consumo ambientalmente insostenibles. Políticas que no fomenten la deslocalización alimentaria, promoviendo el acceso a la tierra de quien quiera producir y no dejando esa tierra en manos de la especulación, que degrada la tierra, el agua y otros recursos naturales. Políticas, en fin, que potencien la agricultura a pequeña escala, de proximidad y de calidad.

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