
Energía para impulsar el desarrollo sostenible
El pasado mes de septiembre se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incorporaban un objetivo específico en el ámbito de la energía, lanzando una llamada de atención al papel que ésta tiene a la hora de promover el bienestar de cualquier persona y la sostenibilidad del planeta.
Un objetivo que deberá concretarse y abordarse a través de metas (ya definidas) e indicadores (disponibles a finales de este mes de marzo) y que por tanto plantea el reto de cómo definir y medir el impacto de la energía en la pobreza y el desarrollo. A continuación repasamos las aproximaciones más representativas que se han empleado hasta la fecha para caracterizar el binomio energía-desarrollo.
Previamente, en 2011 el PNUD ya había considerado la energía a la hora de caracterizar la pobreza, incluyéndola en el Índice de Pobreza Multidimensional, que venía a mejorar otros indicadores existentes vinculados con la pobreza. Este índice recoge el acceso a la electricidad y el combustible utilizado para cocinar dentro de la dimensión de calidad de vida – bienestar social.
Poniendo el foco exclusivamente en la relación entre pobreza, desarrollo y energía, el World Energy Outlook de 2011 definía el acceso a fuentes de energía modernas como aquel que se produce en un hogar, de forma confiable y a coste razonable, a fuentes de cocción limpias, a una conexión a la electricidad y a un consumo creciente de electricidad hasta alcanzar el promedio regional. A este respecto la Agencia Internacional de la Energía propone un consumo mínimo en hogares (con una unidad familiar de 5 miembros por hogar) de 250 kWh/año en zonas rurales y 500 kWh/año en zonas urbanas.
Este concepto de acceso a fuentes modernas de energía basado exclusivamente en la electricidad en hogares y la energía para cocinar presenta limitaciones al excluir ámbitos cruciales para el desarrollo económico y social como escuelas, hospitales o actividades productivas.
Otro aspecto relevante y pocas veces contemplado es la relación entre energía y género, y muchas veces los indicadores existentes no se encuentran desagregados por sexo ni tienen en cuenta el impacto que tiene la pobreza energética sobre la mujer.
Existen indicadores más completos como el Índice de Desarrollo Energético (IDE) de la Agencia Internacional de la Energía, que mide el desarrollo energético considerando el acceso a la electricidad y a combustibles limpios para cocinar en hogares, el acceso a la energía para servicios públicos y el acceso para usos productivos.
En esta línea se han definido conceptos aún más adaptados al ámbito de la energía y el desarrollo humano, como es el caso del Acceso Total a la Energía, señalado por Practical Action en su informe Poor People’s Energy Outlook de 2014, que establece las condiciones de “acceso total a la energía” cuando los servicios y el suministro energético necesarios para el desarrollo social, humano y económico están disponibles para uso doméstico, productivo y comunitario.
En este marco, ONGAWA entiende un acceso mejorado y sostenible a la energía como aquel que permite satisfacer las necesidades básicas personales y domésticas (cocinar, calentarse o iluminar una vivienda), el acceso a los servicios básicos (agua, alimentación, salud, educación, comunicaciones) y la realización de actividades productivas para autoconsumo y de actividades económicas para la generación de ingresos que permitan una vida digna, de forma accesible física y económicamente y ambientalmente sostenible.
En los últimos años, a raíz de la crisis económica internacional, la relación entre pobreza y energía ha traspasado las fronteras de los países en desarrollo y aterrizado en países como el nuestro, adquiriendo conceptos como la pobreza energética una relevancia creciente en la opinión pública.
Por tanto, y en línea con la universalidad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que aplican a todos los países, ricos, emergentes y pobres, la conexión entre energía, pobreza y desarrollo se introduce con fuerza en la agenda internacional del desarrollo sostenible.
Miquel Escoto. Área de Energía de ONGAWA