Energía para todos: ¿Utopía o falta de voluntad?

Artículo de Ignacio Casas Villaverde. Área Sectorial de Energía de ONGAWA, Ingeniería para el Desarrollo Humano.

 

Aunque en principio puede no ser inmediata la vinculación entre la energía y las necesidades básicas y los derechos humanos, una mirada más profunda muestra la estrecha relación que hay entre dichos aspectos. Al hablar de educación, salud, alimentación, estamos hablando indirectamente también de energía. Sobran los ejemplos cuando pensamos en desarrollo: iluminación en aulas para dar clases en condiciones dignas, refrigeración de medicamentos y vacunas en hospitales, iluminación de quirófanos, cámaras frigoríficas para la conservación de alimentos perecederos, combustible para mover maquinaria agrícola, cocinar y para calefacción, desarrollo de actividades económicas… Obviamente el acceso a la energía no es una condición suficiente para que se produzca desarrollo, pero sí es una condición necesaria.

El acceso universal a la energía en el mundo es un reto aún pendiente de acometer, ya que en la actualidad:

  • 1.300 millones de personas carecen de acceso a la electricidad.
  • 2.600 millones de personas utilizan fuentes tradicionales de biomasa para cocinar o calentarse.
  • Cuatro de cada cinco personas sin acceso a electricidad viven en áreas rurales del mundo en desarrollo, principalmente en el sur de Asia y el África subsahariana, que tienen una cobertura de acceso del 40 y 20% de la población, respectivamente.

La falta de acceso a la energía de forma sostenible provoca consecuencias sociales, ambientales y económicas como las siguientes:

  • Se estima que dos millones de personas mueren al año por enfermedades relacionadas con el humo de los sistemas tradicionales de cocina y calefacción, más que las provocadas por la malaria y la tuberculosis.
  • Muchas personas pobres destinan hasta el 15% de sus ingresos para acceder a la energía
  • Los combustibles fósiles emiten a la atmósfera 190 millones de toneladas de CO2 al año, lo que contribuye al cambio climático, que repercute más sobre la población pobre del planeta.

Para intentar invertir esta situación, en el año 2012 Naciones Unidas lanzó la campaña “Energía sostenible para todos”, que busca involucrar a los gobiernos, la sociedad civil y al sector empresarial en todo el mundo para lograr tres grandes objetivos en el año 2030:

  • Garantizar el acceso universal a servicios energéticos modernos.
  • Duplicar el ritmo de mejora en eficiencia energética.
  • Duplicar la participación de energías renovables en el mix energético global.

Según Naciones Unidas, estos objetivos son factibles y deseables desde el punto de vista  tecnológico, social, ambiental y económico.

Desde el punto de vista de la  inversión necesaria, se calcula que los costes de acceso universal a servicios modernos de energía en 2030 serían de unos 48.000 millones de dólares anuales, cinco veces la cifra que se invirtió en 2009 para incrementar el acceso a la energía de la población mundial. Sin embargo, esta cantidad equivale tan solo al 3% de la inversión global en infraestructuras energéticas que se prevé aplicar hasta 2030, por lo que parece claramente realizable.

Si trasladamos la inversión necesaria al contexto español, difícilmente se podría discutir la pertinencia de contribuir al acceso de los más pobres a la energía frente a partidas tan superfluas como por ejemplo los gastos en coches oficiales las administraciones públicas españolas (1200 millones euros en 2012).

También los ciudadanos podemos reflexionar sobre la contribución de la sociedad española al acceso a la energía de las personas más pobres, pensando lo que gastamos en vestido y calzado (27,4 millones euros en 2011), en cafés, restaurantes y hoteles (46,2M€) o en helados (682,4M€ en 2010). Pensemos que una lámpara alimentada con energía solar cuesta 10 dólares, o 120 dólares para el caso de un sistema de iluminación de un hogar medio, y un generador diesel estándar puede costar 2000 dólares aproximadamente. Todos estos y otros datos hacen creer que el acceso universal a la energía es tanto técnica como económicamente viable, y que basta con voluntad política y concienciación social.

Julio 2013

Imagen: Banco Mundial, 2012.

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