Objetivos de Desarrollo Sostenible: una oportunidad para cambiar de rumbo

ODS 2015Este fin de semana tendrá lugar la Cumbre de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, a la que está previsto que asistan más de 150 líderes mundiales. Dentro de 15 años podremos validar si esta fecha podrá figurar en los anales de la humanidad como un punto de inflexión en el camino hacia la dignidad, prosperidad, justicia y paz de las personas en un planeta más sostenible gracias a una alianza mundial por el desarrollo sostenible.

Sin esperar tanto, en este momento podemos sin duda dar la bienvenida a la nueva Agenda de Desarrollo Sostenible, consensuada por la comunidad internacional y que integra 17 objetivos y 169 metas que abordan los grandes temas que condicionarán el desarrollo sostenible hasta 2030, referidos a aspectos sociales (pobreza, hambre, salud, educación, género y agua), económicos (energía, crecimiento, infraestructuras, desigualdad), ambientales (ciudades, consumo, cambio climático, océanos, medio ambiente) o políticos (paz y justicia y alianzas).

Sin duda los los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) constituyen un notable avance respecto a los Objetivos del Milenio que sustituyen. Por primera vez estamos ante un programa internacional que conecta las cuestiones de desarrollo y las ambientales, una de las asignaturas pendientes en la agenda anterior.

Además, es reseñable el carácter de universalidad de los ODS, que pretenden “no dejar a nadie atrás” y que demanda la contribución de todos: países (ricos, emergentes y pobres) y actores (públicos, empresariales, sociales, académicos,…). Por tanto, será necesaria la interconexión de las políticas nacionales e internacionales y la colaboración entre toda la comunidad internacional, teniendo en cuenta que no todos los países tienen el mismo nivel de responsabilidad (ni los mismos recursos) a la hora de abordar los problemas globales.

Por otro lado, la agenda afecta no solo a los países pobres sino también a los de renta media y alta: también a España y al resto de la unión Europea. Además, la entrada de la desigualdad entre los objetivos, que afecta en muchas ocasiones en mayor medida a países de renta media y alta que de renta baja, refuerza el carácter global de la misma.

Pero la nueva agenda también presenta importantes debilidades. Entre ellas destaca su carácter voluntario – al igual que los ODM – y que el enfoque de los derechos humanos ha perdido fuerza respecto a las versiones previas de la agenda.

Los objetivos acordados han sido considerados por algunos expertos como excesivamente amplios, y es cierto que será complejo abordar tantos objetivos interconectados y que no cuentan con una priorización. También destaca la falta de concreción de las metas: aunque existen metas concretas y claras – reducir a menos del 3% los gastos de transacción de las remesas de los migrantes – más del 70% de las metas no contemplan un nivel o plazo concreto para considerarse alcanzadas, por lo que en esos casos más que metas son aspiraciones – potenciar y promover la inclusión social, económica y política. Sin duda, el sistema de indicadores y el mecanismo de seguimiento que se deben definir a partir de ahora resultarán cruciales para convertir los ODS en una verdadera agenda del desarrollo.

Otro tema crítico pendiente de resolver reside en la financiación. Aunque es un aspecto complejo de cuantificar, algunas fuentes como The Economist estiman unos recursos necesarios en torno al 4% del PIB mundial anualmente hasta 2030, y precisamente los gobiernos están siendo poco concretos y ambiciosos a la hora de comprometer recursos financieros, lanzándose propuestas como la innovación, la cooperación Sur-Sur o la financiación privada, que aunque necesarias resultan insuficientes.

Resulta indudable que la materialización de la agenda requiere del compromiso e involucración de todos los gobiernos, que deberían incorporar los ODS en sus políticas y planes y rendir cuentas anualmente sobre el avance nacional y sobre la contribución a las metas globales. En cuanto al resto de actores, se espera mucho de la contribución del sector empresarial y, más que nunca, las organizaciones sociales deberán ser activas en la implementación y el seguimiento de la agenda, buscando las mejores estrategias para aportar de la forma más efectiva posible.

En definitiva, los ODS constituyen una oportunidad para cambiar el rumbo del desarrollo humano sostenible a nivel global, y será una agenda transformadora en la medida en la que los países se comprometan a abordar las causas que originan los problemas de desarrollo y a proponer soluciones que pongan a las personas y al desarrollo sostenible en el centro.

Artículo por Alberto Guijarro, del Área de Ciudadanía de ONGAWA

¿Quieres colaborar?

Necesitamos el apoyo de personas como tú para seguir luchando por un mundo sin pobreza.
Hazte socio/a